La noche, oscura como boca de lobo, amenazaba con engullir toda esperanza de volver a mi hogar junto a mi familia, mis pies torpes tropezaban una y otra vez con rocas y se enredaba con la maleza del maldito bosque. La cacería diurna había nublado mi sentido del tiempo extendiéndose más de lo previsto, las astutas fieras llevaron la persecución hasta el límite pero finalmente di con ellas terminando con sus vidas, ahora mi familia y el ganado se encontrara a salvo de cualquier ataque de coyotes almenos hasta la próxima estación. Inmediatamente luego de comprobar que mis flechas habían finalmente terminado con las fieras, emprendí mí vuelta a casa pero el camino había cambiado durante este tiempo lejos, ahora que se encontraba bañado en sombras y se había vuelto hostil impidiéndome encontrar el camino que me llevaría lejos de ese bosque mortecino. Luego de horas de caminata ya comenzaba a resignarme cuando algo extraño sucedió, me encontraba recostado sobre un tronco grueso y antiguo, seguramente este vio nacer a mis tatarabuelos y vera crecer a mis hijos, con los ojos clavados en la negrura infinita que albergaba ese desesperanzado cielo me encontraba tratando de perder poco a poco la conciencia y acallar mi perturbada mente cuando súbitamente el cielo se ilumino. Las nubes desaparecieron de un instante a otro dejando miles delgados hilos blancos que bañaban la noche de esperanza, caían sin recado perdiéndose entre las tupidas hojas: mi corazón de repente se sintió lleno de energía como si estuviera siendo llamado por esas estrellas y sin pensarlo comencé a perseguir ese efímero espejismo
Mis tobillos y piernas sangraban de tanto correr, a cada instante temía que la oscuridad vuelva y me entierre nuevamente bajo una depresión total pero la magnifica imagen sobre el cielo seguía presente en mi cabeza y me encontraba completamente decidido a encontrar el destino de los astros caídos. A pesar de mi nueva lucidez de tanto correr perdí parcialmente la noción del tiempo en la inmensidad del bosque, no puedo asegurar cuanto fue minutos, horas o talvez noches enteras pero sentí el pasar de una vida entre tanta corrida. Cuando mis hueso se quebraron y el aire se volvió tan denso que me dejo tendido en el suelo gimiendo de dolor, una haz blanquecino baño mi cuerpo restaurando parte de mi vida; una hermosa mujer de cabellos claros tantos como los primeros rayos del alba se encontraba ante mi, su cuerpo bañado por un vestido blanco de seda y sus ojos azules como el mar mas puro le daban la apariencia de una diosa caída del cielo. Sus carnosos labios se abrieron lentamente e intentaron tímidamente emitir palabra- “Podrías ayudarme, me encuentro perdida” susurro una voz dulce y melódica que ocultaba miedo, sin palabras solo pude mover mi cabeza de arriba abajo. Sus ojos se abrieron de par en par y señalando el cielo continuo –“Debo volver a allá arriba, con mis hermanas pero una malvada bruja nos castigo alejándonos unas de otras. Debo volver al firmamento, mi luz debe guiar a un valiente héroe a su destino y sin mi él no podrá restaurar el balance. Noble joven, ¿ Ud me ayudaría a retomar mi camino?”
- “Señora mía, mi vida esta en sus manos. Disponga de ella como os plazca” respondí pero esas palabras no era mías, nunca las hubiera dicho pero su calor y luz me hacían sentir que podía ser mas de lo que era; que había un mundo mas allá por ser explorado. Me hacian sentir especial
- “Tus palabras me asombran y me entristecen a la vez, no deseo mártires sino compañeros. Solo bajo esa condición aceptare su compañía, esta dispuesto joven..”
- “Sebastián... ese es mi nombre”
Esa noche mi gran aventura comenzó