jueves, 10 de mayo de 2012

Retazos desde el otro lado

 Noche

Los festejos por la semana de la abundancia  había sido recibido con alegría y esperanza en todo Albalice, desde los pueblos mineros mas remotos hasta la misma capital detenían sus actividades por dos días para realizar los festejos tradicionales de agradecimiento al sol por sus bendiciones y pedir para un mejor mañana.
Mientras la plebe se liberaba de sus preocupaciones entre risas y festejos, los jefes de los clanes más poderosos de todo Albalice se reunían en la capital para debatir sobre el difícil tema de la seguridad y el futuro de las tierras.

Así la sala de reuniones del castillo real se encontraba más de una veintena de hombres, caballeros firmes y fieles súbditos de la corona sentados alrededor de una larga mesa. En la cabecera se encontraba el Rey Charles acompañado por su hijo, intentando ordenar los temas a discutir; mientras el Rey tomaba una actitud pasiva frente a la situación, su hijo, el príncipe Charles II, participaba activamente en los debates (para lamento de varios señores). Por desgracia el debate se desarrollaba de manera desigual, parecía que los señores presentes en esa sala eran los únicos concientes de la delicada situación del reino.

-      “Exijo 5.000 mil hombres mi señor, sin ellos no creo que podamos hacerle frente a los sucios Virnences en el Este…”-

-      “Cuida tus palabras Sir Dural, esas no es forma de dirigirte a su majestad, mi padre.  El es el único en posición de exigir algo, si no aprecias tu lengua estaré encantado ordenarle a Lord Walras que te la arranque de la garganta”- interrumpió Charles II ese tono lleno de orgullo y desden que lo caracterizaba haciendo gala, una vez mas, de su poder.

-                        “Señor – rápidamente tomó la palabra Sir Irwin Rassel – Me disculpo ante Ud en nombre de Sir Durall y los aquí presentes, comparto el sentimiento de mis compañeros y puedo afirmar con seguridad que las palabras de mi compañero sonaron osadas no adrede sino por que la preocupación nos excede ; hace menos de un mes una avanzada Virnence se alejo de su base acercándose lo suficiente a la ciudad, los informes indican que poseen suficientes caballos como para arrasar simultáneamente todo el Este antes que podemos tomar medidas al respecto.”-

-                        “Ja, las guerras no se ganan con caballos Sir Irwin. Mientras los castillos soporten, no habrá preocupación alguna…”-

Pese a ser solo un invitado en la reunión por su nueva posición, el joven Thomas Lockward ,quien hasta ahora había aguardado en silencio, no pudo con su espíritu y decidió que tenia que hacer algo con los dichos de Charles II


-                        “Siento contradecirlo su Alteza, talvez nosotros, los nobles, no haya preocupación pero hay algo que esta olvidando. La mayor producción de hierro y acero proviene de las minas sobre el Este de Albalice, si sufriéramos un ataque de los Virnences no solo perderían la vida miles de vidas pueblerinos inocentes sino que las reservas de armas y armaduras de todo el país quedara tan reducida que tendríamos que luchar una guerra con rastrillos y nos defenderíamos de las flechas con cacerolas…”- 

Los miembros de los diferentes clanes se miraron unos a otros, las palabras de Thomas reflejaban de una manera clara lo que todos pensaban pero nadie se animaba a decir, talvez demasiado osadas e hirientes para ser pronunciadas por un simple líder menor. La mirada atenta del príncipe Charles II se clavo sobre Thomas Lockward como si hurgara en los profundo de su alma en busca de alguna debilidad pero éste no momento mostró signo alguno de arrepentirse de sus palabras sino un tan firme como sus palabras. Por un momento el rostro del príncipe se contorsiono en una mueca horrible que anticipaba sin duda una fuerte respuesta, pero fue acallada y paso inadvertida por la sorpresivamente intervención del Rey.

-                        “Ojala, mis señores, todos Uds fueran tan francos y directos como él; dime Joven, ¿A que casa representas joven?-

-                        “Soy Thomas Lockward, Hijo de Sir John Lockward. Jefe de la familia y encargado de cuidar las tierras cenicias y los verdes bosques del Suria.”-

-                        “Eres el hijo John sin duda alguno, heredas la firmeza de sus ojos y pareces tan hábil con las palabras como tu padre lo era con la espada. Señores, yo soy el líder de este imperio y así antes de tomar cualquier decisión debo estar informado de los porvenires de cada acto y las consecuencias de ello. Por ello agradecería que sean sinceros y me informen de todos los posibles porvenires de mis dediciones o la falta de ellas. Ahora entiendo la situación, entonces cederé 3.000 de mis hombres a la frontera del Este y cada uno de los señores de las tierras centrales cooperaran con sus tropas hasta completar el numero de 5.000, espero que sea suficiente. ¿Cual es el siguiente tema a tratar?”-




La reunión concluyo unas pocas horas después, desarrollándose así sin otro hecho a resaltar, pese a ello aun sobre el final quedaron temas cruciales a tratar; por ello al atardecer los presentes, tras la larga jornada de debate, acordaron continuar la sesión el día siguiente.
La noche había llegado rápidamente para cada familia, los súbditos corrían de un lado a otro tratando de organizar la cenar; Thomas, quien había dispuesto de unos pocos súbditos para su estadía en la capital, comenzaba a prepararse para comer en el centro  acompañado por el viejo Jack, su criado personal, pero para cuando se disponía a partir llamaron a su puerta, era Irwin Rassel que vestido elegantemente le propuso compartir una cena en la capital.

Unos minutos de carruaje después y los caballeros se encontraban frente una modesta hostería, de esas que los nobles un suelen visitar y la gente común no va a menudo.


-           “Hoy cenaremos aquí Thomas, es un lugar sencillo pero preparan el mejor cordero de todo Albalice. Acompáñame”- y así avanzo Irwin con prisa sin esperar la confirmación de su compañero.

Medio cordero y un vaso de vino después ambos se encontraban distendidos hablando alegremente de la vida, era una situación extraña para el joven Lockward ya que siempre había tomado a Sir Irwin Rasell como un hombre más bien serio y frio a la hora de tratar con las personas, a decir verdad una persona bastante diferente a la que se presentaba enfrente en ese momento.


-           “Hijo, ¡hacia años que no veía tanta estupidez y valentia al mismo tiempo! Jajajaj, se nota que no estas acostumbrado a tratar con estas serpientes”- conversaba animosamente Irwin alimentando su alegría con un poco de vino- “Me alegra que estas aquí, estoy cansado de tratar con los nobles de la capital, son sucios mercenarios, y los señores de las diferentes regiones luego de las reuniones los que no se encierran en sus habitaciones hasta el día siguiente tienen negocios que tratar en la capital. Pero tú eres como yo, un hombre honesto con los demás y por sobretodo consigo mismo; por eso quiero brindar por la vida, por la boda y por una larga dicha. ¡Salud!”

-           “Sir Irwin, ¿Esta seguro no es el vino el que esta hablando por Ud en estos momentos?- pregunto con cuidado a su acompañante temiendo que el viejo Rasell tome su espada y quiera defender su honor pero este reacciono con un gesto extraño, parecía una sonrisa nostálgica algo opacada por un velo de tristeza.

-          “Talvez, sabes hacia tiempo que no me sentía tan liberado. Normalmente mi hija es quien me acompaña cuando tengo que presentarme en la capital, pero pese a que amo a Eva y a su madre no puedo evitar ver en sus sonrisas una porción de culpa. Se que no es suya sino mía, me siento culpable de no poder hacer nada mas que seguir adelante, por ellas…”- y una profunda melancolía envolvió el ambiente ahogando cada palabra que intentaba salir por la garganta de Thomas, pero por suerte para él ,de un momento para el otro, Irwin recupero algo de su animo- “Pero sabes, el doctor dijo que la enfermedad es mas bien pronunciada por temporadas frías; Eva esta contenta ya que si la salud de mi esposa se mantiene como hasta ahora, podria estar presente en la boda.”

-          “Eso esperemos, la felicidad de Eva es mi felicidad. No quisiera verla triste en una día tan importante”



Así la noche transcurrió lentamente entre diferentes temas y ánimos, Thomas compartió con su futuro suegro sus planes para las tierras, los nuevos viñedos que iba a desarrollar como también otros proyectos mientras Irwin compartió sus ideas y  puntos de vista, de igual a igual. Ya luego de la interesante y cómoda cena Irwin se disponía a partir, bastante mareado por cierto, se despidió entre tropiezos y emprendió el viaje de vuelta a caballo acompañado por un criado.
Thomas termino la botella y pago la cena para comenzar a abrirse camino hacia el castillo, pero las burbujas de la bebida y su poca orientación en la capital lo fueron alejando de las calles principales hacia otras zonas un poco más oscuras.