La salida
apresurada de James Gordon
Brown lo llevo a un pasillo sucio
y asqueroso. Aunque era difícil de creer, el interior del edificio transmitía
aun mas aire decadente que el exterior, un simple vistazo nos remitiría
directamente a la más sucia y abandonada obra en construcción. Los pasillos eran
tan regulares y desgastados como genéricos, arruinados por los años y devenidos
rápidamente en escombros por un mal diseño inicial, un buen vistazo develaba no
solo cimientos completamente derruidos sino que además los pisos y el exterior
de los departamentos habían perdido
cualquier signo de identificación junto con cualquier indicio de luz artificial
volviendo el lugar en una suerte de oscuro laberinto en ruinas. No obstante Gordie,
quien ya hacia unos años que solía visitar a Anna, con el tiempo había
aprendido a identificar cada piso y puerta por imperfecciones tales como rajaduras
de las paredes y manchas en los techos. Así fue como se dejo guiar a su destino
por la decadencia del lugar, avanzando a través de paredes agrietadas, esquivando
el gran agujero del 3er piso y parte del suelo inestable para terminar
finalmente sobre las escaleras rotas del primer piso.
Asombrosamente el miedo
se mezclo con el riesgo para generar una gran dosis de energía suficiente para
semejante actividad física, lamentablemente la adrenalina no compartió sutileza
alguna dejando así que su torpeza nata elimine todo sigilo posible. Gordie
había llegado a recorrer casi todo el camino en tiempo record pero más de la
mitad fue tropezando y la otra mitad rodando escaleras abajo, siendo recibido
por un coro de ruido y agitación. Ya con el equilibrio recuperado se llego a
acurrucar sobre un costado y se preparó para la acción. Para fortuna de él, la
planta baja era el único lugar donde aun funcionaban las luces automáticas, dándole
una leve ventaja a la hora de identificar la razón del estruendo que lo
movilizo hasta allí. Resguardado entre sombras el poco atlético hombre se
encontraba decidido a todo si con ellos lograba mantener a Anna alejada
de cualquier riesgo. Así que entonces antes de aventurarse al peligro tomó con
cuidado sus gruesos lentes y el limpio contra su ropa desempañándolos, una vez
sobre sus ojos, y luego inspirar profundamente, decidió a asomarse para echar
un vistazo.
La imagen pese a
ser bastante nítida no le transmitió demasiada información ya que la escalera
no daba directamente contra la puerta principal de la planta baja sino sobre el
largo pasillo que le precedía, allí el suelo estaba lleno de vidrios rotos provenientes
de puerta que daba a la calle y en el medio un gran ladrillo, la razón del
estruendo.
-
“Talvez fue alguno de los tantos drogadicto
que rondan la zona, seguro que debe ya debe encontrarse a kilómetros de aquí”- quiso creer, pero ese pensamiento
reconfortante desapareció rápidamente al escuchar pisadas que se anunciaban haciendo
crujir los vidrios rotos.
El corazón comenzó
a palpitar rápidamente, tanto que temió por un momento que alguien más lo
escuche. Sin duda había alguien allí y se dirigía directamente hacia donde se
escondía él, sus opciones se esfumaban rápidamente y no tenía el valor
suficiente para alejarse de su refugio y encarar el extraño, así que sin
pensarlo y en un acto de coraje y estupidez intentó, siempre desde la seguridad
de su escondite, intimidar al intruso.
-
“¡Alto ahí, estoy armado y ya he llamado a la
policía. Así que tú decides: ¡Puedes seguir avanzando y terminar muerto o
escapar para vivir otro día!”
Solo se escuchó un
profundo silencio seguido por un suspiro y el inconfundible y delicado sonido de
un casquillo encontrando el suelo.