martes, 21 de agosto de 2012

La Ciudad de los Ángeles Caídos: Capitulo 3

La llamada de la noche: Silencio

La salida apresurada de James Gordon Brown lo llevo a un pasillo sucio y asqueroso. Aunque era difícil de creer, el interior del edificio transmitía aun mas aire decadente que el exterior, un simple vistazo nos remitiría directamente a la más sucia y abandonada obra en construcción. Los pasillos eran tan regulares y desgastados como genéricos, arruinados por los años y devenidos rápidamente en escombros por un mal diseño inicial, un buen vistazo develaba no solo cimientos completamente derruidos sino que además los pisos y el exterior de los departamentos  habían perdido cualquier signo de identificación junto con cualquier indicio de luz artificial volviendo el lugar en una suerte de oscuro laberinto en ruinas. No obstante Gordie, quien ya hacia unos años que solía visitar a Anna, con el tiempo había aprendido a identificar cada piso y puerta por imperfecciones tales como rajaduras de las paredes y manchas en los techos. Así fue como se dejo guiar a su destino por la decadencia del lugar, avanzando a través de paredes agrietadas, esquivando el gran agujero del 3er piso y parte del suelo inestable para terminar finalmente sobre las escaleras rotas del primer piso.

Asombrosamente el miedo se mezclo con el riesgo para generar una gran dosis de energía suficiente para semejante actividad física, lamentablemente la adrenalina no compartió sutileza alguna dejando así que su torpeza nata elimine todo sigilo posible. Gordie había llegado a recorrer casi todo el camino en tiempo record pero más de la mitad fue tropezando y la otra mitad rodando escaleras abajo, siendo recibido por un coro de ruido y agitación. Ya con el equilibrio recuperado se llego a acurrucar sobre un costado y se preparó para la acción. Para fortuna de él, la planta baja era el único lugar donde aun funcionaban las luces automáticas, dándole una leve ventaja a la hora de identificar la razón del estruendo que lo movilizo hasta allí. Resguardado entre sombras el poco atlético hombre se encontraba decidido a todo si con ellos lograba mantener a Anna alejada de cualquier riesgo. Así que entonces antes de aventurarse al peligro tomó con cuidado sus gruesos lentes y el limpio contra su ropa desempañándolos, una vez sobre sus ojos, y luego inspirar profundamente, decidió a asomarse para echar un vistazo.

La imagen pese a ser bastante nítida no le transmitió demasiada información ya que la escalera no daba directamente contra la puerta principal de la planta baja sino sobre el largo pasillo que le precedía, allí el suelo estaba lleno de vidrios rotos provenientes de puerta que daba a la calle y en el medio un gran ladrillo, la razón del estruendo.

-          Talvez fue alguno de los tantos drogadicto que rondan la zona, seguro que debe ya debe encontrarse a kilómetros de aquí- quiso creer, pero ese pensamiento reconfortante desapareció rápidamente al escuchar pisadas que se anunciaban haciendo crujir los vidrios rotos.

El corazón comenzó a palpitar rápidamente, tanto que temió por un momento que alguien más lo escuche. Sin duda había alguien allí y se dirigía directamente hacia donde se escondía él, sus opciones se esfumaban rápidamente y no tenía el valor suficiente para alejarse de su refugio y encarar el extraño, así que sin pensarlo y en un acto de coraje y estupidez intentó, siempre desde la seguridad de su escondite, intimidar al intruso.

-          “¡Alto ahí, estoy armado y ya he llamado a la policía. Así que tú decides: ¡Puedes seguir avanzando y terminar muerto o escapar para vivir otro día!”


Solo se escuchó un profundo silencio seguido por un suspiro y el inconfundible y delicado sonido de un casquillo encontrando el suelo.