jueves, 28 de junio de 2012

Retazos desde el otro lado

El foso, Día 2

Las siguientes horas pasaron velozmente para Thomas Lockward, padeciendo entre sueños y retazos de los eventos recientes, podría jurar que, entre sueño y despertar, sintió una sensación extraña y casi familiar, un toque calido y compasivo, casi humano; pero la realidad se encontraba fundida de manera completa con la fantasía difumando y mezclando cualquier otra sensación, llevándolo a sentirse ahogado entre recuerdos e imágenes que pujaban por salir todos juntos.
Su primer pensamiento fue reconocer que había logrado despertar, rápidamente intento calcular en que momento del día se encontraba pero fue en vano, la celda se encontraba tan aislada del exterior que le pareció artificialmente bañada en su propia noche; una pequeña brisa lo reencontró con su cuerpo, frió y húmedo, empapado por sudor y vomito, fue un gran alivio para él saber que aun sentía, que todavía podía sentir el dolor ya que eso significaba que aun conservaba la capacidad de sentir la dicha.

La oscuridad dentro de la celda era absoluta, tan densa, casi tangible volviendo sus ojos inútiles; en contraparte la mente de Thomas había recuperando esa agudeza mental que lo caracterizaba y ya se encontraba intentando dar luz sobre lo sucedido, tratando de unir los cabos sueltos de su historia.
Recordaba con claridad haber caminado por horas, una gran pelea, una mujer muerta y un filo atravesando el pecho de un hombre de honor. Pero no podía ser, él nunca seria capaz de eso, secuestro y asesinato, tenía que haber otra explicación; pese al esfuerzo no pudo arrancar más recuerdos de su cabeza.

Al poco tiempo su preocupación sobre el pasado comenzó a situarse más bien en el presente, su boca se sentía demasiado áspera y el hambre agitaba con fuerza sus entrañas; intentó moverse de esa incomoda posición en la cual había descansado todo el día pero algo extraño sucedió. Una de sus piernas parecía libre de atadura alguna, no tenía rastro de grillete sobre ella; talvez entre esos sueños arremolinado lo llevaron a agitarse y revolverse hasta el punto de haber arrancado una de las cadenas, pero eso era imposible ya que hubieran quedado rastros del grillete que aprisionaba el pie. Sin pensarlo dos veces intentó tirar demás cadenas que lo retenían pero nada sucedió.

Fue curioso, ante tanto forcejeo podría haber jurado que sintió un pequeño ruido, como si hubiera golpeado algo con las cadenas, no pudiendo fiarse de sus ojos entre intentó tantear a ciegas alrededor del piso hasta que llego a él una pequeña jarra metálica, ésta parecía contener un liquido frió y algo insípido. Toda una vida de platillos deliciosos y el modo de vivir de un noble no lo ayudaron identificar que esa bebida algo viscosa en sus manos era sopa de pescado, algo fría y grumosa. Luchó por unos momentos contra la dignidad que poseía pero la batalla fue realmente corta, antes de darse cuenta se encontraba bebiendo torpemente de la jarra hasta vaciarla, tragando rápidamente cual animal hambriento y desesperado; dejándole un gusto horrible en su boca pero almenos ahora el hambre había desaparecido, había llegado a engañarlo por momentos.

Varias horas pasaron en silencio y oscuridad, las sombras comenzaban a volverse menos densas o talvez sus ojos se acostumbraban a ellas, no sabría explicarlo pero con ello despertó en Thomas una ira profunda; como si odiara adaptarse a ese foso horrible ya que eso implicaría aceptar a un nuevo yo, Thomas, el prisionero. La necesidad de demostrarse a si mismo que aun era un hombre de honor era fuerte, pero la soledad y la desesperación la destruyo fácilmente siendo así que, mientras en un principio fantaseaba con que todo sea un error, un mal entendido que lo devuelva a su vida pasada, no paso mucho tiempo para que en verdad se conformase con que alguien lo tratara como persona, como un ser y no un alma olvidada en el lugar mas oscuro y perdido de la tierra. Fue en ese momento que temió la llamada de la demencia, una amenaza más real y peligrosa que el hambre y el sueño pero unos pasos y la puerta latosa abriéndose lo salvaron de si mismo, alguien había entrado a la recamara.

Un silbido comenzó a rebotar por sala mientras sentía esas llaves, las que seguro podrían otorgarle la libertad, rebotando en la cintura del recién presente. Éste, a oscuras, arrastro una silla sobre una esquina y se sentó pesadamente para pasar los siguientes minutos, que por cierto para Thomas parecieron una eternidad, en completo y absoluto silencio.

-          “Disculpa, podrías abrir un poco la puerta. Necesito un poco de luz”- pidió el prisionero al recién llegado

-          “Heyyy, escoria. ¿Que demonios haces aquí? Pensé que estas celdas se encontraban vacías, ¡estas rondas nocturnas están arruinando mi sueño! Maldición, encima no tengo otro lado para dormir”- respondió con una voz ronca y sincera

-          “Señor, le imploro que alumbre un poco la habitación. Necesito alejar las sombras de la demencia almenos por un rato, prometo mantenerme callado si es necesario y dejarlo dormir”- Para su sorpresa, el guardia abrió una ventana situada enfrente de la puerta que brindo algo de luz nocturna a las celdas, en se momento Thomas que una de sus piernas se encontraba libre así que no levantar sospechas acercó su pie libre al grillete donde se suponía de debía estar.

-          “Bien, ahora déjame dormir un rato. Juro que si haces el menor ruido me encargare de que… de… ¡maldición, solo mantente en silencio, ¿quieres?!

Cumpliendo su parte, lentamente el prisionero se acomodó contra la pared centrando su atención sobre guardia que intentaba dormir en un rincón alejado, allí donde las sombras no amenazaban su despertar. Un pequeño brillo nocturno acompañaba ahora la sala, llegaba desde la puerta en una de las esquinas hasta tocar levemente un pequeño fragmento de barba del soldado dormido, en la otra pared.
Era la primera vez que el joven noble podía ver el lugar que se encontraba con plena claridad, sin sombras, alcohol o sueño que nuble su visión. La sala era tan amplia como las habitaciones del castillo, se encontraba dividida en tres celdas, siendo él quien se ubicaba en la del medio mientras las demás se encontraban vacías; las superficie era lisa salvo en su celda donde las sombras escondían parte de la suelo irregular y rugoso Entre tanta inspección no pudo dejar de notar  un pequeño punto brilloso cerca suyo, parecía ser un objeto brilloso caído entre unas baldosas. Pero era imposible llegar a él sin despertar al guardia así que optó por calmar su curiosidad hasta que el guardia termine su sueño y se aleje de allí.




El tiempo pasó rápidamente trayendo consigo el amanecer y algo de hambre junto él, no solo eso sino que además hacia rato que a Thomas le urgía tomar algo para refrescar la rasposa garganta; para su sorpresa esas sensaciones poco placenteras no duraron mucho ya que con los primeros rayos del sol el carcelero despertó de su sueño y luego de desperezarse completamente tomó un jarro a un costado de la celda y se alejo de la sala solo para volver al poco tiempo con el jarro lleno de agua y una rodaja de pan. Este abrió la celda y le dio en mano al prisionero la comida y la bebida junto con las siguientes palabras.

-           “Mantente en silencio la siguiente ocasión y puede que te traiga además algo de vino”- y sin mas cerro la celda y tomo el yelmo del suelo retirándose para seguir con su trabajo.

 A los ojos de Thomas el soldado parecía una persona transparente y sincera, de esas con la que podría entablar amistad en otro momento y en otro lugar, lamentablemente este nunca sería ese lugar. Una vez solo, el joven se dispuso a comer con ganas; pese a eso fue precavido y guardo una rodaja para más tarde para cuando el hambre lo amenace nuevamente. Ya satisfecho dirigió su atención a ese descubrimiento, ese pequeño punto brilloso en el suelo que brillaba por momentos; con esfuerzo extendió su pierna libre para tratar de alcanzarlo. No fue fácil y le llevo gran parte de la mañana y el mediodía lograr el estiramiento para alcanzarla y la habilidad necesaria para tomarla con los dedos. Fue extraño, entre sus manos tenia un pequeño prendedor algo gastado color cobre, en el centro poseía una forma similar al de una moneda mientras que a los lados se encontraba adornado por dos pares de alas; al revisarlo por detrás se sorprendió al notar que no poseía aguja alguna. Thomas examino por largo tiempo su descubrimiento, no parecía sucio así que el prendedor debía haber llegado allí recientemente y podría asegurar que solo podía un carácter decorativo así que difícilmente un soldado llevaría algo así consigo. Fue allí cuando una pequeña idea se disparo en su mente, ¿y si el dueño del prendedor fue la persona que le libero la pierna de su atadura? Eso podría significar una sola cosa, no se encontraba completamente perdido en ese foso ¡Alguien lo reconoció e intentó liberarlo! Pero ¿Quien?

sábado, 9 de junio de 2012

Retazos desde el otro lado

El foso, Día 1

El paso del tiempo se puede medir no solo en días y semanas; sino también en momentos, en situaciones y eventos, tanto en risas como en llantos. Por ello es difícil de creer todo lo que puede llegar a pasar en solo una madrugada, desde la aparición de la última estrella del cielo hasta  la llegada de los primeros rayos del sol.
Muchos hombres reflexionaron sobre esto en el pasado, pero en este punto de la historia no era un filósofo ni un pensador quien intentaba dar orden al tiempo, sino un golpeado y confuso prisionero.
La mañana encontraba a un joven algo amnésico encadenado cual animal en una celda húmeda y olorosa donde, pese  al sueño en su mente y alcohol en su sangre,  trataba de darle algo de sentido sus difusos recuerdos; los cortes sobre su brazo y manos lo mantenían en la realidad mientras los vestigios de vino aun en su cuerpo lo arrastraban a la fantasía, a un mundo lejano e irreal donde todo parecía un sueño.
El muchacho observo ambas celdas contiguas pero se encontraban vacías, la iluminación era escasa y los grilletes lo suficientemente fuertes como para dificultarle una posición cómoda para distinguir algo mas que sombras; fue en ese momento cuando, acurrucado contra la pared el sueño comenzaba a resguardarlo del miedo y la incertidumbre, comenzó a escuchar unos pasos a lo lejos, al instante la puerta del recinto se abrió trayendo consigo al dueño de una voz extraña y rasposa.


-          “Despierta asesino. Aquí figura que Thomas Lockward era tu nombre, ¿no? Te has metido en un gran problema muchacho, en uno de esos problemas que seguramente termine por separar tu cabeza del pescuezo.”- Dijo el carcelero con tono burlón mientras jugaba con las llaves de un lado a otro. -“Mira que he visto estupidos, borrachos y brutos; pero nunca uno como tu, tratar de secuestrar a la hija de un noble…fue por el dinero ¿no? ¿deudas quizás?; no importa el motivo, ya que estas mas cerca de la otra vida que de esta, si entiendes a lo que me refiero.”

Estas palabras cayeron como un balde de agua sobre Thomas, permitiéndole recuperar parcialmente el sentido del tiempo y espacio.

-          “¿De que estas hablando? ¡Así es, ese es mi nombre y si no me sueltas inmediatamente va a ser tu cabeza la que ruede por el suelo! Juro por el rey que…”- pero las palabras no surtieron el efecto deseado perdiéndose entre las risas de carcelero. No obstante algo lograron ya que el hombre pareció interesarse en ese bandido ebrio y golpeado que le estaba respondiendo con algo de ímpetu, así que fue a buscar un banquito de un costado y tomó asiento frente a la celda para inspeccionar bien al delincuente.

-          “Mira, te ahorraré el discurso. Yo soy un simple hombre, un buen ciudadano y padre que hará todo para que su familia viva lo mejor posible. Tengo suerte que mi señor y patrono me mantenga y garantice mi trabajo; sabes, el solo tiene una regla: Nunca dudes de mis palabras. Si él me dijera que mañana el cielo caerá sobre nuestras cabezas aplastándonos cual insectos, yo comenzaría a cavar bien profundo, ¿entiendes?
Hoy cerca del amanecer unos caballeros llegaron a mi hogar, había trabajo que hacer así que me vestí rápidamente y salude a mi familia; aparentemente traían a rastras a un borracho que secuestró a la pobre hija de un noble y luego, cuando su padre recaudo el dinero para recuperar la vida de su amada niña, el bandido lo ataco dejándolo herido de muerte. Podría haber jurado que esperaba encontrarme con un estupido y vulgar malhechor, de esos que no tienen un gran futuro fuera de la ley. Pero pareciera que acá, el bandido destruido y perdido frente a mi, no es un simple plebeyo sino la mera sombra de alguien mas grande.”

-          “¿Donde estoy? ¡déjame salir! ¡Soy…!”- bramó con furia pero sus palabras fueron interrumpidas por un súbito vomito, su cuerpo intentaba recuperar el control expulsando una sustancia gris y densa.

-          “Cuidado, con calma, tranquilo. Maldición, odio cuando les pasa esto, las personas como vos arruinan mi almuerzo. ¿Sabes que haremos? Me retirare por el momento, comeré algo y luego volveré cuando te encuentres mejor. Por ahora trata de descansar y recuperar energías, por que sabes, las vas a necesitar.”- Y ya lejos de la celda con un estruendoso ruido metálico cerro la pesada puerta no sin antes gritar. –“Bienvenido a Frulghod, el foso de las almas”