Las siguientes horas pasaron velozmente
para Thomas Lockward, padeciendo entre
sueños y retazos de los eventos recientes, podría jurar que, entre sueño y despertar,
sintió una sensación extraña y casi familiar, un toque calido y compasivo, casi
humano; pero la realidad se encontraba fundida de manera completa con la
fantasía difumando y mezclando cualquier otra sensación, llevándolo a sentirse
ahogado entre recuerdos e imágenes que pujaban por salir todos juntos.
Su primer pensamiento fue
reconocer que había logrado despertar, rápidamente intento calcular en que
momento del día se encontraba pero fue en vano, la celda se encontraba tan aislada
del exterior que le pareció artificialmente bañada en su propia noche; una
pequeña brisa lo reencontró con su cuerpo, frió y húmedo, empapado por sudor y
vomito, fue un gran alivio para él saber que aun sentía, que todavía podía
sentir el dolor ya que eso significaba que aun conservaba la capacidad de
sentir la dicha.
La oscuridad dentro de la celda
era absoluta, tan densa, casi tangible volviendo sus ojos inútiles; en
contraparte la mente de Thomas había
recuperando esa agudeza mental que lo caracterizaba y ya se encontraba
intentando dar luz sobre lo sucedido, tratando de unir los cabos sueltos de su
historia.
Recordaba con claridad haber
caminado por horas, una gran pelea, una mujer muerta y un filo atravesando el
pecho de un hombre de honor. Pero no podía ser, él nunca seria capaz de eso,
secuestro y asesinato, tenía que haber otra explicación; pese al esfuerzo no
pudo arrancar más recuerdos de su cabeza.
Al poco tiempo su preocupación
sobre el pasado comenzó a situarse más bien en el presente, su boca se sentía
demasiado áspera y el hambre agitaba con fuerza sus entrañas; intentó moverse
de esa incomoda posición en la cual había descansado todo el día pero algo
extraño sucedió. Una de sus piernas parecía libre de atadura alguna, no tenía
rastro de grillete sobre ella; talvez entre esos sueños arremolinado lo
llevaron a agitarse y revolverse hasta el punto de haber arrancado una de las
cadenas, pero eso era imposible ya que hubieran quedado rastros del grillete
que aprisionaba el pie. Sin pensarlo dos veces intentó tirar demás cadenas que
lo retenían pero nada sucedió.
Fue curioso, ante tanto forcejeo
podría haber jurado que sintió un pequeño ruido, como si hubiera golpeado algo
con las cadenas, no pudiendo fiarse de sus ojos entre intentó tantear a ciegas alrededor
del piso hasta que llego a él una pequeña jarra metálica, ésta parecía contener
un liquido frió y algo insípido. Toda una vida de platillos deliciosos y el
modo de vivir de un noble no lo ayudaron identificar que esa bebida algo viscosa
en sus manos era sopa de pescado, algo fría y grumosa. Luchó por unos momentos
contra la dignidad que poseía pero la batalla fue realmente corta, antes de
darse cuenta se encontraba bebiendo torpemente de la jarra hasta vaciarla, tragando
rápidamente cual animal hambriento y desesperado; dejándole un gusto horrible en
su boca pero almenos ahora el hambre había desaparecido, había llegado a engañarlo
por momentos.
Varias horas pasaron en silencio
y oscuridad, las sombras comenzaban a volverse menos densas o talvez sus ojos
se acostumbraban a ellas, no sabría explicarlo pero con ello despertó en Thomas una ira profunda; como si odiara
adaptarse a ese foso horrible ya que eso implicaría aceptar a un nuevo yo, Thomas, el prisionero. La necesidad de
demostrarse a si mismo que aun era un hombre de honor era fuerte, pero la
soledad y la desesperación la destruyo fácilmente siendo así que, mientras en
un principio fantaseaba con que todo sea un error, un mal entendido que lo
devuelva a su vida pasada, no paso mucho tiempo para que en verdad se conformase
con que alguien lo tratara como persona, como un ser y no un alma olvidada en
el lugar mas oscuro y perdido de la tierra. Fue en ese momento que temió la
llamada de la demencia, una amenaza más real y peligrosa que el hambre y el
sueño pero unos pasos y la puerta latosa abriéndose lo salvaron de si mismo,
alguien había entrado a la recamara.
Un silbido comenzó a rebotar por
sala mientras sentía esas llaves, las que seguro podrían otorgarle la libertad,
rebotando en la cintura del recién presente. Éste, a oscuras, arrastro una
silla sobre una esquina y se sentó pesadamente para pasar los siguientes
minutos, que por cierto para Thomas
parecieron una eternidad, en completo y absoluto silencio.
-
“Disculpa,
podrías abrir un poco la puerta. Necesito un poco de luz”- pidió el
prisionero al recién llegado
-
“Heyyy, escoria. ¿Que demonios haces aquí? Pensé que
estas celdas se encontraban vacías, ¡estas rondas nocturnas están arruinando mi
sueño! Maldición, encima no tengo otro lado para dormir”- respondió con una voz
ronca y sincera
-
“Señor, le
imploro que alumbre un poco la habitación. Necesito alejar las sombras de la
demencia almenos por un rato, prometo mantenerme callado si es necesario y
dejarlo dormir”- Para su sorpresa, el guardia abrió una ventana situada
enfrente de la puerta que brindo algo de luz nocturna a las celdas, en se
momento Thomas que una de sus piernas
se encontraba libre así que no levantar sospechas acercó su pie libre al
grillete donde se suponía de debía estar.
-
“Bien, ahora déjame dormir un rato. Juro que si haces
el menor ruido me encargare de que… de… ¡maldición, solo mantente en silencio, ¿quieres?!
Cumpliendo su parte, lentamente el
prisionero se acomodó contra la pared centrando su atención sobre guardia que
intentaba dormir en un rincón alejado, allí donde las sombras no amenazaban su
despertar. Un pequeño brillo nocturno acompañaba ahora la sala, llegaba desde
la puerta en una de las esquinas hasta tocar levemente un pequeño fragmento de
barba del soldado dormido, en la otra pared.
Era la primera vez que el joven
noble podía ver el lugar que se encontraba con plena claridad, sin sombras,
alcohol o sueño que nuble su visión. La sala era tan amplia como las
habitaciones del castillo, se encontraba dividida en tres celdas, siendo él
quien se ubicaba en la del medio mientras las demás se encontraban vacías; las
superficie era lisa salvo en su celda donde las sombras escondían parte de la suelo
irregular y rugoso Entre tanta inspección no pudo dejar de notar un pequeño punto brilloso cerca suyo, parecía
ser un objeto brilloso caído entre unas baldosas. Pero era imposible llegar a él
sin despertar al guardia así que optó por calmar su curiosidad hasta que el
guardia termine su sueño y se aleje de allí.
El tiempo pasó rápidamente trayendo
consigo el amanecer y algo de hambre junto él, no solo eso sino que además hacia
rato que a Thomas le urgía tomar algo
para refrescar la rasposa garganta; para su sorpresa esas sensaciones poco
placenteras no duraron mucho ya que con los primeros rayos del sol el carcelero
despertó de su sueño y luego de desperezarse completamente tomó un jarro a un
costado de la celda y se alejo de la sala solo para volver al poco tiempo con
el jarro lleno de agua y una rodaja de pan. Este abrió la celda y le dio en
mano al prisionero la comida y la bebida junto con las siguientes palabras.
-
“Mantente en
silencio la siguiente ocasión y puede que te traiga además algo de vino”- y sin
mas cerro la celda y tomo el yelmo del suelo retirándose para seguir con su
trabajo.
A los ojos de Thomas el soldado parecía una
persona transparente y sincera, de esas con la que podría entablar amistad en otro
momento y en otro lugar, lamentablemente este nunca sería ese lugar. Una vez
solo, el joven se dispuso a comer con ganas; pese a eso fue precavido y guardo
una rodaja para más tarde para cuando el hambre lo amenace nuevamente. Ya
satisfecho dirigió su atención a ese descubrimiento, ese pequeño punto brilloso
en el suelo que brillaba por momentos; con esfuerzo extendió su pierna libre para
tratar de alcanzarlo. No fue fácil y le llevo gran parte de la mañana y el mediodía
lograr el estiramiento para alcanzarla y la habilidad necesaria para tomarla
con los dedos. Fue extraño, entre sus manos tenia un pequeño prendedor algo
gastado color cobre, en el centro poseía una forma similar al de una moneda mientras
que a los lados se encontraba adornado por dos pares de alas; al revisarlo por detrás
se sorprendió al notar que no poseía aguja alguna. Thomas examino por largo tiempo su descubrimiento, no parecía sucio
así que el prendedor debía haber llegado allí recientemente y podría asegurar
que solo podía un carácter decorativo así que difícilmente un soldado llevaría
algo así consigo. Fue allí cuando una pequeña idea se disparo en su mente, ¿y
si el dueño del prendedor fue la persona que le libero la pierna de su atadura?
Eso podría significar una sola cosa, no se encontraba completamente perdido en
ese foso ¡Alguien lo reconoció e intentó liberarlo! Pero ¿Quien?