El foso, Día 25
Para el pobre Thomas no podía haber dolor mas grande que el de poseer una mente libre atrapada en un cuerpo cautivo; él, quien había sido arrastrado a la fuerza de su pasado como jefe de la familia Lockward, había aceptado finalmente su papel de prisionero y con ello varias cosas comenzaron a cambiar. No solo sentía el cambio en su cuerpo, el cual comenzaba a prescindir de los banquetes del ayer para adaptarse a las escasas condiciones alimenticias actuales, sino también en su mente y sus sentidos. La vista y el oído se habían vuelto mucho más agudos en poco tiempo, semanas a la sombra lograron que pudiera distinguir claramente diferentes tonos de sombras así como los eternos momentos de soledad ayudaron a poder distinguir sonidos hasta los mas leves sonidos y estimar casi con exactitud de donde provenía cada uno. Claramente esta adaptación era completamente negativa, ya que podrían servir en caso de encontrar la salida de ese maldito lugar, pero mientras tanto no podía más que seguir atento y expectante.
Hacia una semana que llovía en el exterior, en ese
mundo tan alejado y tan cerca que siempre, que de alguna manera siempre encontraba
la forma de recordarle que estaba allí. La humedad del aire ayudó a curar su
piel herida y seca, al tiempo que las goteras de su celda compensaban, por
momentos, la falta de bebida; más allá de eso, aquellos días fueron una
bendición para el prisionero ya que por alguna razón, bajo el ruido de la
tormenta y la lluvia, Thomas podía
conciliar el sueño. En ese estado no encontraba sombras ni miedos sino solo el más
puro de los descansos, fue allí que ante tal miseria, debilidad y abandono comenzó
a construirse a si mismo, a sentirse más fuerte. Su voluntad se forjaba cada
día, su delgado cuerpo comenzaba recuperar algo de vigor y energía al tiempo
que su astucia crecía junto con uno de sus sentidos.
Como era de esperar la época de tormentas finalizó dando
la bienvenida a varios días soleados tan despejados que traían consigo suficiente
luz como para compartirla con Frulghod,
la prisión olvidada por la humanidad. Este nueva etapa inicio con un curioso
descubrimiento que altero la monótona vida del recluso, gracias la nueva claridad comenzó
a distinguir algo sobre una de las paredes; pese a que en un principio le quito
importancia confundiéndolo por simples rajaduras entre los ladrillos un segundo
vistazo le trajo por seguro que se encontraba ante un mensaje grabado en el muro
por alguna persona, seguramente quien anteriormente ocupo la celda. Estirando su
cuerpo hasta más no poder y luego de varios intentos comenzó a interpretar las
palabras, al parecer el mensaje predicaba “Un
suspiro puede contener infinidad de momentos”. Esa extraña frase que lo
dejó pensando el resto del día y la había robado varias horas de sueño, sin
duda era verdad su contenido pero ¿Existía la posibilidad que significara algo
mas?
Aquella madrugada el joven Thomas se vio interrumpido de su sueño por un sonido tintineante
proveniente de las escaleras. Al cabo de unos momentos, ingreso a la habitación
uno de los guardias; ese que a cambio silencio para reencontrar algo de sueño le
traía algo de comer y beber. Al ingresar al lugar se detuvo un momento, y al
notar que el recluso se encontraba despierto se disculpo entre murmullos hasta dar
con su alejado rincón, no pasó mucho
tiempo hasta que la brisa de la noche les devolviera el sueño a ambos. El
amanecer había llegado una vez mas y como era habitual trajo consigo el
despertar. Thomas había tardado en abrir los ojos, para entonces el
guardia se había puesto de pie sacudiendo de sus ropas el polvo del piso.
-“¿Puedes creerlo? Este polvo se agarra con tal fuerza que no se quita fácilmente. Mi esposa se queja cada vez que le llevo la ropa del trabajo, dice que tiene que dejarla toda una tarde en el río para que se despegue el polvillo.”-
El prisionero se mantuvo en silencio, no había mucho
que decir ni agregar. Pero su había algo que merecía su atención clavando su
mirada sobre la ropa del hombre, ese polvillo se encontraba en toda su celda y
habitación, y seguramente en toda la prisión. ¿Entonces como era posible de que
el hombre se quejara solo cuando dormía en el piso de allí, si había llegado
hasta allí bastante pulcro? A esa pregunta se le sumaba el hecho de que en todo
este tiempo nunca llegó a escuchar voz alguna proveniente de los pisos
superiores. Teniendo en cuenta esto, Thomas
realizo una extraña jugada que le brindo algo de información adicional sobre el
lugar respondiéndole:
-“Sin embargo
no hay mucho trabajo aquí arriba al parecer…”- le comentó al guardia restándole
importancia
-“¿Y eso a que viene?”- Preguntó intrigado
-“No tienes
que subir a menudo aquí, sin contar que nunca escuche nadie subir las escaleras
al piso superior a este. Podría apostarte mi próxima cena a que no solo no hay
prisioneros en los pisos siguientes sino que sino que debo ser el único en este
condenado lugar”-
Ambas miradas se cruzaron, casi sacándose chispas luchando para no ceder ante el otro. No duró mucho hasta que el soldado comenzó a reír y respondió
- “Amigo, temo decirte que has perdido tu comida del día. En lo primero tenias razón pero tú confianza te traicionó, aunque has fallado por poco. Y yo que te pensaba traer algo de cordero y vino, tu te lo pierdes.”- Y se alejo esbozando una sonrisa burlona.
Thomas estaba aun mas intrigado, con un poco de sutileza había conseguido valiosa información sobre el lugar aunque se preguntaba que más había por saber de allí. Tenia una extraña sensación de que no importaba cuantos años pasar allí, detrás de esos derruidos pisos y paredes siempre encontraría algo por descubrir.
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