domingo, 4 de septiembre de 2011

La Ciudad de los Ángeles Caídos: Capitulo 3

La llamada de la noche: Presagios de una tragedia

Mientras tanto al otro lado de la ciudad, bajo la misma blanca luna un coche teñido de amarillo y negro comenzaba a perderse en la zona mas oscura de los suburbios acercando al Cuervo Sangriento a su siguiente objetivo: James Gordon Brown, ex -empleado del ministerio de defensa y momentáneamente única pista para encontrar esos perdidos documentos de contenido desconocido y gran valor. Un silencio algo incomodo se cernía en el coche, uno que a Aléïn no le interesaba romper; mientras el destruido taxi que la trasladaba parecía internarse más y más en los suburbios la cara nerviosa del taxista se volvía mas notable intentando en vano cruzar mirada con su pasajera a través del espejo retrovisor; la atención de la dama ya tenía dueño y se proyectaba por completo en las calles a su lado que, pese al largo tiempo lejos de la ciudad, aun se sentían como en ese lugar manchado de oscuros recovecos y rostros ajenos llamado hogar.
Si existiera algo más bajo y desagradable que las oscura estructuras de cemento que rodean la metrópolis, esta seria la baja zona comercial que nacía allí cerca, una infectada babilonia que mezclaba idiomas, culturas, intereses y dinero; nada allí se consideraba extraño ni propio sino mas o menos al alcance de la billetera .
Ya en cercanías de la zona de caza, los ojos del cuervo lograron distinguir el autoservicio donde se lo vio a “Gordie” hace no muchas horas, ese establecimiento sucio y de bajo nivel no parecía mas que una cortina para camuflar una gran expendedora de droga, como todo a su alrededor. Sin embargo su destino se encontraba unas manzanas mas adelante en unos viejos departamentos manchados de moho y decadencia a los cuales llegaron sin demora; luego de dejarle la paga exacta al chofer este se alejo rápidamente, él sabia que allí era lo mas profundo que podía ingresar sin poner en riesgo su “salud”.
Luego de correr la correa de su gabardina del suelo mugriento, Aléïn Viridar levanto con pesadez sus cansados ojos para observar con mayor claridad el edificio que yacía frente a ella, exactamente 15 pisos, puerta frontal seguramente sellada y escalera de incendio fuera de alcance por detrás; una tarea algo dificultosa sin las herramientas adecuadas pero igualmente el destino parecía esbozarle una leve sonrisa…

Mientras tanto en una derruida habitación de ese mismo edificio, dos personajes comienzan a tener protagonismo

- “¿Y?, cuantos días mas piensas quedar aquí, ¿no te das cuenta que ahuyentas mis clientes?” grito una mujer muy delgada de cabello rojizo y abultado
- “Lo siento Annie, solo eran unos días nada mas. Ya te dije que me buscan y no puedo volver a mi casa y eres lo única persona en quien puedo confiar” - gimoteo un patético ejemplar de hombre llegado a los 40 años, miope, algo calvo y de apariencia poco atlética- “Luego de eso, desapareceré un largo tiempo hasta que la cosa se calme. Pero no importa el lugar donde me encuentre, cercano o lejano, yo siempre te recordare” dijo entre tartamudeos a la ya algo arruinada Annie quien no alejaba su mirada de su celular, concentrada en reprogramar varias citas y trabajos.
- “Si si, muy lindo lo tuyo. Espero que me mandes algo desde allí, algún reloj o colgante caro que me recuerde por que te estoy ayudando ahora”- respondió devolviéndole sus calidas palabras con un mirar frió y burlón por debajo de unos lentes cuadrados
Parecían encontrarse en un desordenado y algo destruido departamento que hacia juego perfectamente con la apariencia de su dueña, Anna Smith. “Bailarina nocturna” era titulo que preferían darle la gente poco refinada que visitaba el club donde trabajaba, “Ramera barata” el sobrenombre por el cual la llamaban sus vecinos y el que mejor le quedaba; Anna era la consecuencia de un sueño roto y una niñez complicada, a sus cortos 30 años la mala vida parecía haber duplicado la edad sobre su piel castigándola como consecuencia de sus actos.
La persona en la otra esquina del departamento era James Gordon Brown, viejo conocido y cliente. Se conocieron hace unos años cuando la señorita Smith le ofreció sus servicios compartiendo su lecho por unos billetes, pero el negocio no salio como ella esperaba ya que para su desgracia fue la primera mujer que conoció íntimamente Gordon y como era de esperar él no pudo diferenciar una noche de pasión de un verdadero amor; esto sumado a que Gordie siempre le pago en termino y al dinero que él le presto en varios momentos termino por generar un cierto afecto (Anna jamás lo admitirá pero siempre le gusto el cariño y delicadeza con que él la trata, a diferencia de sus otros clientes que normalmente les gustaba incluir dentro del paquete palizas nocturnas) . Por ello y más, ella nunca se lo pudo alejar completamente; no obstante tampoco lo dejo acercase lo suficiente a su corazón, Anna no podía darse el lujo de sufrir nuevamente. Por otro lado Gordon mas de una vez le insitio para que deje su trabajo y se mude con él, pero debajo de su frió exterior ella sabia que estaba manchada, que no era mas que otra simple y sucia prostituta del montón. Él se merecía algo mejor.
Volviendo a esa vergüenza de hombre que yacia inquieto en una esquina, parecía estar manteniendo una lucha contra sus miedos más profundos con resultados pocos satisfactorios, debajo sus regordetes brazos oculta un bolso de mano color café mientras sus dedos golpetean nerviosos un anticuado teléfono celular que yace en silencio. Gordie daba impresión de completa lastima, la de un buen y pequeño hombre que había cometido un gran error, el peor de su vida seguramente. Detrás de sus gruesos cristales lejos nadie encontraria unos ojos brillantes llenos de chispa sino muy por el contrario se hallaban dos pupilas opacas carentes de astucia rodeada por varias pequeñas y ramificadas venas nacidas por la falta de sueño; ese era el estado del ex -jefe de la sección delitos informáticos del departamento de defensa, simplemente otro perdedor en esta oscura ciudad.
Por unos minutos ellos se mantuvieron en completo silencio, solo el ruido de las largas uñas de Anna sobre su celular marcaban el paso eterno del tiempo, hasta que súbitamente comienza a sonar ese horrible teléfono que Gordie mantenía entre sus manos. Casi se le salen los ojos de sus orbitas mientras miraba el aparato perplejo y atónito
- “¿Acaso no piensas atender?”- Le pareció escuchar, pero él en ese momento ese encontraba absorto en un silencio sobrenatural que engullo todo sonido en la habitación para solo dejarle ese sonidillo proveniente del aparato sonando una y otra vez, absorbiendo por completo toda su voluntad. Le tomo un tiempo armarse de valor suficiente para finalmente atender el teléfono y aceptar su inevitable destino.- “¿Hola? Si, lo tengo; Ok, en el parque central en dos horas”- esas fueron sus únicas palabras, suficientes para generar un profundo respiro y algo de tranquilidad en su ser. Ese llamado se había retrasado días y con ello cada noche disminuían sus probabilidades de ver el siguiente amanecer, pero ahora al menos tenía un lugar y una hora, finalmente la vida le mostraba un rayo de esperanza.
- “Bien, entonces debo suponer que en unas horas vas a dejar mi departamento y finalmente mi vida. Cuídate ¿Si?”- expresó con cierta dificultad Anna, pero lo que sus pocas palabras ocultaban sus ojos lo confesaban. Las palabras no dichas volaban por el aire tiñendo la habitación de tristeza, hundiéndola en la sombras nuevamente y en la melancolía de su vida sin sentido
- “Así es, entregare este bolso y empezare una nueva vida en algún lugar lejano. Todavía estas a tiempo, ven conm…” Gordie no pudo terminas sus palabras, un estruendo proveniente de la planta baja lo dejo completamente mudo; sin duda algo había salido mal y ahora venían por él.
- “Que-edate-te a-aquí bajare-re a ver que sucede-de”- intento decir el patético hombre, mientras se mantenía de pie a duras penas –“Nno te mue-evas de a-aquí y no dig-gas ni unna palabra. Nno importa-a lo que pa-ase no ba-ajes”- tomó unas llaves de la mesita y caminó hacia la puerta, antes de abrirla no pudo resistirse y giró para ver una ultima vez a su enamorada, pero sus ojos no captaron el presente marchito y abandonado de Anna sino su pasado, ese pasado que conoció solo una vez, solo un momento la primera vez que estuvieron juntos.
Esa maravillosa noche del pasado mientras Anna dormía Gordie no pudo conciliar el sueño, se paso varios minutos contemplándola en silencio y tratando de descubrir que es lo que lo atraía tanto de esa mujer cuando descubrió un pequeño colgante en forma de corazón sobre la mesita de ella, curioso se acerco a observarlo cuando sus torpes dedos chocaron con el adorno abriéndolo en dos, asustado al pensar que lo había roto se sorprendió al descubrir que dentro ocultaba una pequeña foto; en ella Anna era hermosa y simpática, una joven delicada de cabellos brillantes como el fuego y mirada profunda. En ese entonces no tenia mas de 17 años, su rostro inocente y angelical albergaba esperazas en el futuro y era dueña una sonrisa capaz de tapar el mismo sol, en ese instante Gordie se enamoro perdidamente de ella, no del ahora sino del ayer prometiendo al cielo y a las estrellas que haría todo lo posible para devolverle esa hermosa sonrisa a su rostro.

Pero ahora debía alejarse, por el bien de ella. No podía involucrarla, así que esforzándose por contener las lágrimas en sus ojos James
Gordon Brown finalmente se alejo del departamento sabiendo que no podría cumplir su promesa ni la volvería a ver, cerro la puerta con llave y susurró un simple y melancólico –“Adiós”

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