El foso, Día 97
Las llagas generadas por el rose
entre sus muñecas y los grilletes ya habían sanado hace tiempo pero la piel que
había recubierto las heridas poseía un tinte diferente, blanco como hueso. Era
un hecho que su cuerpo se adaptaba y cambiaba, esa terrible mazmorra lo marcaba
una y otra vez quitando lo que no era útil y rellenando ese espacio con su
sello aunque el verdadero miedo era “¿Hasta donde llegaría a cambiar?”, ¿Cuanto
del viejo Thomas, noble señor,
quedaba dentro de él y cual seria el objetivo de escapar de ese calvario si el
núcleo de su ser se vería alterado para siempre? ¿Acaso su familia lo
reconocería, sus amigos, su esposa?. Thomas
era el nombre que su madre eligió para él, el nombre que ostentó en su pasado
pero no el que correspondía a su presente, a ese presente lleno de miseria y
soledad.
Sus pensamientos comenzaron a
cesar con el paso lento de las horas, instintivamente había aprendido a
sepultarlos de manera rápida en lo mas profundo de su mente; ya no dedicaba sus
energías a esos rostros del pasado sino a ese monstruo, cruel y
despiadado, de helada piel y de
desconocida guarida al que llamaban Frulghod,
la prisión olvidada.
Para él esta era una batalla de
resistencia, un combate diario en el cual mantenía su temple y entrenaba su
cuerpo bajo el frió y continuo abrazo de las cadenas. Sus sentidos habían dado
un paso mas allá, a veces durante las noches el prisionero se mantenía con los
ojos cerrados y los oídos centrando su atención en el débil exterior ignorando el
ruido de rocas y el colapso, continúo pero seguro, del lugar. Esas noches de
meditación le habían presentado, en forma de débiles susurros, un arrollo
lejano. Seguramente de allí venia el agua que probaba, a veces… Otras noches,
mantenía los ojos abiertos adaptándolos a la penumbra lo máximo posible,
intentando distinguir diferentes sombras y darles una forma, estimar su origen,
un peso y una textura. Los días mas tormentosos aprovechaba el ruido para
ocultar los sonidos de sus ejercicios, agarrado de sus cadenas realizaba
flexiones hasta que sus manos se llenaran de cayos y sus dedos no aguantaran
más. Día, tras día, tras día repetía esta rutina esperando por la oportunidad
perfecta… hasta que finalmente llegó.
Una de las tantas noches logro
engañar a uno de los guardias y ocultar una cuchara de madera con la cual le
habían brindado esa sopa fría y amarga recurrente en su dieta. Con larga
paciencia comenzó a darle forma entre la humedad y los bordes de las rocas de
la prisión, para obtener un arma punzante capaz de soportar unos pocos golpes
antes de quebrarse. Eso junto con el brazo secretamente libre de grilletes era
su plan de escape, solo necesitaba esperar a que alguien se adentre nuevamente
en su celda lo suficientemente cerca como para poder tomarlo sobre el cuello,
tomar sus llaves e iniciar su huida. Funcionaria sin duda, al menos en su mente
lo hacia…
Una fría madrugada de invierno Thomas engañaba al sueño utilizando las
rocas desprendidas de su celda para arrojarlas por una de las grietas de la
pared y estimar su llegada al suelo. Por el ruido de la caída estaba demasiado
lejos, pero eso no era lo importante sino que comenzó a notar una creciente respiración,
agitada y desordenada, ascendiendo a través las escaleras. Para su sorpresa la
figura que entro a su sala no era un guardia sino un hombre de aspecto extraño,
cabellos escasos y rostro regordete; sus ropas indicaban que era un forastero
mientras su mirada cambiante daba indicios que era un intruso en ese lugar. Sin
mediar palabra alguna arrojo un sobre de papel a los pies de Thomas y escapó por donde había venido.
Nervioso acerca del contenido,
el papel tembló de las manos del prisionero antes que posara sus ojos sobre él.
La idea que aun quedaba alguien en el mundo que lo recordara comenzaba a tomar
forma. Sin mas preámbulo, retiro la carta del sobre y prosiguió a leerla.
“¿Que estarías dispuesto a hacer por obtener la libertad? ¿Por besar
nuevamente los labios de tu amada? ¿Por tomar venganza contra la persona que te
arrebato el lugar que ganaste por derecho?
Yo puedo brindarte todo eso y más, pero el precio no será otro que
subordinar tus valores, tu honor y tu vida a mí. Tu serás mi brazo, mi espada y
mi ejecutor; te enviare a luchar contra dioses y demonios por igual y siempre deberás
volver victorioso, empapado con la sangre de tus enemigos. Tu alma, tu vida, tu
sangre y tu carne seguirán mis órdenes hasta que finalmente emitas tu último
aliento.
¿Te volverías mi esclavo para obtener la libertad? ¿Seguirías el más
amargo de los caminos a cambio del dulce sabor de la felicidad perdida?
Ye te he dado dos pruebas sobre la firmeza de mi resolución, tu brazo y
tu pierna libre lo avalan; ahora es el momento que emitas tu decisión. Si estas
de acuerdo con mis términos, la próxima luna llena entrégale el prendedor que
encontraste al sujeto que aparezca en tu celda; sino sigue padeciendo en la
ignorancia total y absoluta”
Reinó el silencio por varios
minutos hasta que el joven estalló en carcajadas
-“¡Pobre el que se cruce con este demonio lleno de venganza, ya que quien
me encuentre será victima de una rabia inimaginable, una sed mas allá de ser
saciada. ¡Claro que acepto, la próxima luna seré libre!”
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