-“Y bien Príncipe, ¿que espera?”- Replicaba el impaciente Jarc ante la tardanza del pequeño Eduard, el niño entusiasmado había comenzado a armar su equipaje para “el gran viaje”. Sacaba un par de cosas por allí, otras por acá, ropas, dinero, objetos de todo tipo y tamaño terminaban dentro un antiguo y amplio cofre. Cuando el guerrero estaba apunto de regañar al niño por su accionar se dio cuenta de lo gracioso de la escena así que se guardo el comentario junto con una leve sonrisa; para cuando el príncipe termino (no sin antes subirse encima del cofre para poder cerrarlo ante tantas pertenencias) miró con alegría a Jarc, una alegría efímera que se volvió mueca caprichosa cuando escuchó por parte de su futuro compañero de aventuras -“Mira que yo no llevaré tus cosas”
-“Vamos, te daré una mano”- y arrojando el ropaje hacia un costado Jarc comenzó a separar lo realmente útil –“Bien, estas telas livianas no solo te serán fácil de transportar sino que te servirán ante el calor y la arenas del desierto; esto no sirve, esto tampoco (gorros y capas volaban hacia el armario), ¿Estaba pensando en llevar estos pantalones de seda? Mala decisión, terminarían en añicos antes de salir del país…”- mientras seguía señalando las ventajas y desventajas de cada vestimenta, Eduard se quedaba a un lado con los ojos abiertos mientras pensaba a cada palabra y cada lugar que su compañero mencionaba una aventura sin igual. –“Toma, te envolví en una manta el ropaje que llevaras. Es liviano así que serás capaz de cargarlo tu mismo” dijo alcanzándoselo. -“¿Acaso piensas viajar con prendas de dormir?”- señalando las vestimentas del pequeño -“búscate algo oscuro y cómodo para salir del castillo, no queremos llamar la atención de nadie. Deberías tener algo en ese mueble.”- refiriéndose a un armario amplio y grande sobre la pared. El príncipe se acerco lentamente y comenzó a revolver entre cosas viejas algo de cualidades similares a la mencionadas por su salvador, cuando finalmente dio con ellas volteo hacia su compañero con el rostro ligeramente colorado –“Me voy a cambiar, no voltees”
Mientras tanto el Jarc, quien aun se preguntaba como pasó de secuestrador inescrupuloso a compañero de aventuras, observaba con detenimiento la alcoba. Pese a ser la elegante habitación del mismísimo hijo del rey, transmitía una sensación de melancolía y depresión; las paredes grises estaban tan alejadas que daban una impresión de vació, sumado a las finas terminaciones a los bordes de la cama y los detalles en plata del armario podría jurar que ese lugar le transmitía la misma deprimente sensación que sintió al entrar al lecho del difunto Grag II, luego de su funeral; una sensación a muerte.
-“Ya puedes girar, Sir Solo”- así el guerrero volvió nuevamente su atención al niño, una capa azul oscura ocultaba gran parte de su cuerpo y con ello el chaleco marrón que cubría parte de una camisola roja. Cuando vio el rostro de aprobación de Jarc, se acerco a este y entrego un delicado cofre seguramente destinado a alhajas, con una señal el príncipe le indico que lo abra. Allí, en ese pequeño estuche había oro de un valor tan grande que ni toda la fortuna que había visto en su vida se acercaba. Lo curioso era que también allí había varios dibujos sobre lugares que el príncipe nunca conoció y añoraba ver algún día.
-“Guardaba el dinero para poder explorar el mundo una vez curado de mi…, en fin, parece que el momento llego antes de lo previsto. Confió que lo administrarás bien, Jarc Solo y también cuidaras de mis sueños”- con los ojos brillosos y el rostro lleno de esperanza le encargaba sin recelo algo mas que una fortuna, su vida. El corazón del guerrero dio un vuelco, no podía seguir así, llevar al primogénito del Rey Mordath Albatros a las garras del general Draknar solo para ser objeto de negociación no estaba bien; no es que fuera la persona más honorable del mundo pero robarle la inocencia a un niño pequeño (por más que sea el futuro rey del imperio Arcadius) estaba mas allá de su alcance.
Siguiendo la mirada expectante del niño, Jarc casi cómo un sonámbulo vació el contenido del cofrecillo en una bolsa que ato a su cintura devolviendo el contenedor nuevamente al armario. Pero el peso era grande, no el de las monedas sino el de la culpa; llevándolo a punto de contarle toda la verdad
-“Míra León yo…”- pero el príncipe rápidamente replico como si no lo hubiera escuchado
-“Sabes sir Jarc, hacia semanas que no me sentía tan bien. Recién hoy tras su llegada pude ponerme en pie, pase días y días postrado sobre mi lecho; hasta llegue a pensar que finalmente mi tiempo había llegado s u fin hasta que llego Ud. Hace años que venia esperando a un salvador, a la persona que me sacaría de esta prisión y me acompañaría por el mundo y ahora que lo tengo me siento fuerte como nunca, preparado para superar cualquier adversidad. Un amigo me dijo una vez: Cosas buenas le pasan a la gente buena. No lo creí hasta el día de hoy, gracias”- le confesó abriendo su corazón, sin darse cuenta el príncipe terminó abrazando las piernas de su compañero (debido a la diferencia de altura); suerte para Jarc que el pequeño no levanto su rostro por que lo hubiera encontrado al borde de las lagrimas.
Durante su estadía lejos de Esven, Jarc conoció muchas cosas, tanto buenas como malas, pero una de ellas fue lo que mas le causo impresión fueron: niños huérfanos. El exilio era un lugar tan seco que se escucha el suelo resquebrajarse durante la tarde y la flora se limitaba a enredaderas parasito que se alimentaban y vivían dentro de esqueleto de árboles muertos. La única certeza allí era la sed, y no solo de líquido sino de todo tipo; Jarc había terminado en un pequeño pueblo luego de una gran pelea con su hermano, gracias a varios contactos no se le dificultó encontrar un trabajo cómodo y con una paga razonable. La posada del minero se llamaba, era un lugar mantenido por la corona que daba hospedaje gratuito no solo a los campesinos que trabajan en las áridas minas del exilio sino también a sus familias; Él era el encargado de ese lugar y si antes de esa vida era un noble caprichoso y exquisito, la realidad del lo había golpeado duramente en la cara volviéndolo el hombre que es ahora. Los derrumbes tomaban vidas a diario mientras la gente en las calles moría de inanición, las mujeres que perdían a sus esposos no les quedaba alternativa que trabajar en el burdel y en el peor de los casos hasta los hijos terminaban allí. Fue una noche calida como otras que Jarc se acerco a ese lugar de mala muerte para averiguar que había sido de una numerosa familia que vivía en su hospedaje cuando vio niños allí, pequeños que poseían los ojos lo mas triste que se podría encontrar en el mundo, huérfanos que les habían arrancado su niñez de las formas mas crueles y perversas; nunca se lo contara pero el guerrero lloro toda esa noche. Al día siguiente el pecado fue purificado con fuego y nunca nadie supo la verdad
Reviviendo en retrospectiva esa situación al ver nuevamente esos ojos marcados por la tristeza del muchacho finalmente decidió que no dejaría al príncipe caer en las manos de su hermano y pudrirse en una prisión de Esven, no sabia como pero estaba seguro que de algún modo iba a recuperar las tierras verdes y al mismo tiempo enseñaría al pequeño a vivir.
- “Agradezco tus palabras y la confianza León, no lo defraudare”
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